domingo, 13 de septiembre de 2015

Los Miserables. La conversión desde el perdón y la misericordia

Decía el papa Benedicto XVI1 que hay momentos en nuestra vida en los que tiene lugar un viraje, más aún, un cambio total de perspectiva. Es lo que denominamos conversión. Ésta, señalaba el Papa Rartzinger, suele ser el resultado de un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, una maduración del “yo”, en otras son sucesos más o menos impactantes, como fue el caso de San Pablo quien tras encontrase con la luz del Resucitado cambió radicalmente su vida. Desde mi humilde experiencia si puedo decir que hay experiencias, como la del perdón y la misericordia, que se constituyen en el primer peldaño de la escalera del proceso de conversión.


Una vez más tomo la experiencia literaria, bien llevada al cine, como tema de reflexión. En este caso se trata de la novela de Victor Hugo Los Miserables, publicado por primera vez en 1862, en ella encontramos una buena muestra de como la experiencia de la gracia, del amor de Dios puede modificar a una persona. Y pese al tiempo transcurrido, su reformulación a través de la pantalla en 19982, no me dejó impasible.


En un lugar de Francia en los tiempos postnapoleónicos, un exconvicto llama a la puerta de una casa, al caer la noche, le abre un clérigo que le da comida y cama. De madrugada, el mendigo coge la cubertería de plata y al salir golpea al sacerdote. Por la mañana una mujer se lamenta del robo, a lo que Monseñor le resta importancia. Un rato después aparecen tres gendarmes con un hombre encadenado, dicen que éste alega haber pasado la noche allí, y que la plata es un regalo del cura. El Obispo ratifica esa versión, el ladrón es liberado y cuando quedan solos, ante el asombrado silencio del ladrón Jean Valjean, el sacerdote le añade unos candelabros de plata y le dice: “Con esta plata te librarás del miedo y del odio, con ella compro tu alma para Dios, para siempre”.

Con estas escenas comienza la película “Los Miserables”, basada en la obra de Víctor Hugo, y dirigida por Bille August. Indudablemente tan sólo utiliza de forma lineal uno de los asunto de la voluminosa obra de Hugo, pero con muy buen resultado. La relación del protagonista, el exconvicto Jean Valjean, el guardián y policía Javert, la prostituta Fantine, su hija Cosette, y algunas pinceladas sobre otros personajes importantes como el obispo Bienvenu, y el estudiante revolucionario Mario. Representando arquetipos universales.

Siempre que me acerco a un film basado en una obra literaria, no voy exenta de una cierta prevención, la de que la película nunca supera la magistral narración de la novela. Sin embargo, salí realmente entusiasmada con la película: El tratamiento del tema, la fotografía, la banda sonora, los personajes y los actores, etc. La obra literaria es amplísima y podríamos estar meses hablando sobre la multitud de personajes que aparecen, la estructura social, los sucesos históricos, etc. Pero de tantas aspectos a resaltar de Los Miserables, sólo voy a centrarme en uno de ellos, y ciñéndome sólo a la película.

En primer lugar me llamó la atención, y gratamente, que en estos tiempo de posmodernidad, incredulidad, individualismo, de desplazamiento de los valores religiosos y en los que en más de una ocasión, los obispos y los sacerdotes saltan a la prensa más por los errores que por los acierto, un director de cine se atreva, no sólo a conectar con los valores ideológicos y revolucionarios de principios del XIX, sino que destaque, en positivo, la caridad, perdón y misericordia de un obispo hacia un convicto, y la conversión de éste.

Aquel acto, además, no quedó como un acto benéfico aislado, sino que, realmente, aquel hombre excarcelado, queda tocado por la gracia para toda su vida, a lo largo de la cual pondrá en práctica no sólo la caridad, sino también la justicia. No sólo dará de comer a los pobres, sino que establecerá salarios justos en su empresa y, cuando tenga que dejarla, la repartirá entre todos los obreros. Es más, no ejercerá el mal, y evitará la violencia incluso en aquellos momentos que socialmente podría considerarse como de legítima defensa: Pudiendo liquidar a su mortal perseguidor, -un policía obsesionado por la ley y la incapacidad del malvado para rehabilitarse-, no sólo lo perdona sino que le evita la muerte.

1Benedicto XVI. La conversión de san Pablo. Audiencia General Miércoles 3 de septiembre de 2008.

2Los Miserables, película de 1998 dirigida por Bille August, adaptda de la novela homónima de Victor Hugo por Rafael Yglesias, y protagonziada por Liam Neeson, Geoffrey Rus, Uma Thurman y Claire Danes. Hubo otras versiones en 1978 y en 2012.

1 comentario:

  1. Y cuesta tener esta misericordia tan radical con los mas allegados a nosotros en el día a día.

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